un mediodía entre la albahaca y los racimos de queso,
la apresurada invitación a una revelación de mañana, temprano;
esta eterna felicidad por mostrarme la belleza. Este gracias. Punto final.
No tan final. He pensando en ejercer el egoísmo y clausurar toda esta simpatía de compartir la belleza, hacerla solamente mía esta tarde calurosa de Buenos Aires. Quizá la esté compartiendo, no por bueno, sino por distraído.
Carlos Varela
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